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Nuestro Protector Arcángel San Miguel

Escrito tomado de Año Cristiano
(Ejercicios devotos para todos los días del año), P. Juan Croisset

La Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, conmemora el día 29 de Septiembre como una fiesta particular, no solo en reverencia del arcángel San Miguel, sino en honor de todos los santos ángeles, con el fin de honrar con especial solemnidad a todos aquellos bienaventurados espíritus que tanto se interesan en nuestra salvación. Su santidad, su excelencia, los buenos oficios que hacen con todos los hombres, con todo el universo y muy en particular con la santa Iglesia, pedían de justicia este respetuoso reconocimiento; y aunque esta fiesta solo se intitula de San Miguel, es porque este bienaventurado espíritu fue siempre reconocido por general de toda la milicia celestial y particular protector de la Iglesia de Jesucristo, así como lo había sido de la Sinagoga y la tradición Judía [en el Antiguo Testamento].

Nos enseña la Iglesia que Dios dio principio a la creación del mundo criando ante todas las cosas celestiales inteligencias, como para formarse a sí mismo una numerosa corte, y tener ministros prontos para ejecutar sus órdenes. Creemos (dice el cuarto concilio Lateranense) firmemente que no hay más que un solo Dios verdadero; el cual al principio del tiempo sacó junto de la nada una y otra criatura, la espiritual y la corpórea, la angélica y la mundana; y que después formó como una naturaleza media entre las dos, que fue la naturaleza humana compuesta de cuerpo y alma [Denzinger 428]. Es decir, que los ángeles son unas sustancias criadas, inteligentes y puramente espirituales, no destinadas a unirse con los cuerpos, de los cuales tienen una total independencia. Están dotados de dones más o menos perfectos, según sus diferentes grados de perfección y de excelencia. Habiendo determinado Dios desde toda la eternidad no dar al cielo ni a los ángeles ni a los hombres, sino a título de corona y de recompensa, creó a los espíritus celestiales con pleno conocimiento del bien y del mal, y con una perfecta libertad. Un crecido número de ellos, viéndose tan perfectos, y desvanecidos con su propia excelencia, en lugar de referir a su Criador todo lo bueno y excelente que tenían, se complacieron en sí mismos; y llenos de orgullo, negaron la obediencia a Dios, por lo que fueron precipitados en los abismos para ser infelices por toda la eternidad. Pero los otros santos ángeles perseveraron en el bien, siempre fieles a su Criador, humildes, rendidos y obedientes a sus órdenes, por lo que fueron confirmados en su gracia. Avecindados eternamente en la celestial Jerusalén, están siempre delante del mismo Dios, le ven, le adoran, le bendicen, y no cesan de amarle con un amor perfecto y abrasado.